miércoles, 7 de marzo de 2018

...y así fue




“…y así fue como aquella alma se unificó con su Divinidad, llevando a término el pacto acordado momentos antes de su encarnación en esta vida actual.”

Aquel ser dejó de ser él, y su presencia era física, pero no su expresión ni manifestación a lo largo de su nueva vida.
Dejó todos sus pensamientos, su parte racional para dejar que su corazón guiara su vida y tomara el timón de su rumbo en medio del caudal de su verdadero sentido al encontrarse en este mundo.
Su vida se basó en el sentir. El pensar ya no tenía su espacio dentro de su parte mental. Fue su corazón quien le susurraba cada decisión a tomar.
Parte de su obra no era escuchar a su corazón, sino, a partir de aquel momento, sencillamente se abría interiormente, se predisponía y dejaba que todo surgiera según la Voluntad Divina en él.
Él ya no era quien su entorno le estructuró.
Él era quien verdaderamente era basado en su esencia innata.
Desde entonces, él dejaba que su Divinidad hablara por él, y sus actitudes y sus actos fueran las de su verdadero ser: el Dios que era.
Se liberó  de sus creencias.
Dejó de controlar su vida, fluyendo y aceptando cada bendición que esta le ofrecía. Era un ser libre, liberado de todo tiempo y espacio. Sólo existía el presente en él.
Su Luz resplandecía como nunca antes lo había hecho.
Su Amor era puro, y su Compasión, incondicional.
Percibía el fondo de todo lo que sucedía en su vida o en la de todos aquellos que a él se le acercaban pidiendo una ayuda para poder llegar a ellos mismos.
Fluía, vivía intensamente su presente, con toda su plenitud, sin ningún interés personal asociado a la forma y la materia, sabiendo que todo le era dado, viendo como su vida iba materializándose sincronizada con la Voluntad Superior, manifestando el Universo y el Hogar del cual él era consciente que de allí procedía.
Esta alma era un ser libre al servicio de la Divinidad Superior, siendo él parte de esta Divinidad encarnada en esta dimensión que se encontraba.
Empezó a amar como nunca lo había hecho hasta ahora. Siempre había dedicado su vida a los demás, pero llegó el día que dejó de ser quien le habían hecho, para convertirse en quien era.
Su proceso le llevó a tomar ciertas decisiones que pocos son los que las toman. Así había de ser.
Su instrucción fue, mayoritariamente, procedente del mundo celestial. Su aprendizaje fue guiado y transmitido por Maestros Ascendidos que le indicaron los pilares para poder vivir en esta vida siendo uno mismo. Luego, su vida terrenal le llevó a encontrarse con los maestros físicos que le permitieron llevar a término lo indicado y abrir nuevas puertas para su Gran Despertar y poder interpretar, aplicar y divulgar adecuadamente toda la sabiduría que se le había transmitido.
Sentía el Dios que era cada vez más. Su interior era el universo expandido pudiendo encontrar las respuestas que necesitaba, la conformidad de lo que sentía y todo aquello que debía hacer en su presente, e incluso, poder ver su vida más allá del presente que se encontraba.
Era un ser sereno, tranquilo y aceptando su misión en esta vida, y sobre todo, la de su presente constante.
Aprendió a darse cuenta que todo tenía un Sentido Mayor y no había nada al azar.
Aprendió a dejarse llevar por aquel quien era y dejaba que su presencia hiciera la función que debía de hacer, por el solo hecho de estar donde estaba.
Se liberó de todo y decidió entregarse completamente a su Divinidad.
Ahora es un ser cada vez más íntegro y una Fuente donde beber la esencia que cada uno es para alimentar su espíritu y llegar a manifestarse, con toda su majestuosidad.
Este ser podía pasar inadvertido, a no ser por su mirada, su actitud, su Luz y resplandor. Cuando alguien se le acerca, se siente bien a su lado. No es alguien diferente a otro, sencillamente, se está mostrando tal como es, siendo él y obrando según su esencia.
Todo su proceso le llevó a su presente actual. Sabe que su camino, y su evolución continúa. Sabe que todavía hay puertas que abrir, todavía más en su interior, pero siempre en la más profunda sencillez, humildad y firmeza a la vez.
Así fue como aquella alma dio los pasos adecuados para manifestarse en este mundo en el cual se encuentra.
Viéndole a ella, uno llega a darse cuenta del potencial que cada uno tiene en su interior y que, si quisiera, aplicando su libre albedrío, podría llegar a ser, él también, su Divinidad manifestada.
La Felicidad le abraza. No hay limitaciones para llevar a término aquello que uno siente.
Así fue como aquella alma, siguiendo su proceso, llegó a sentir intensamente su Divinidad, Unificándose con ella, y poder ser el Cielo aquí en la Tierra.
En este planeta en el cual nos encontramos hay almas enviadas del Hogar para indicar el camino hacia aquel quien cada uno es. Cada ser es parte de la humanidad, y con su proceso individual y voluntario, puede llegar a manifestar la Divinidad que siempre ha sido desde su nacimiento actual.
Recordar quiénes somos, nos libera de las capas y barreras que se han podido construir para alejarnos de la realidad existencial. Es con el aprendizaje basado desde el fondo de la forma, que podemos ver y sentir más allá de lo establecido o los convencionalismos, tanto religiosos, tradicionales, sociales,….

Y así fue como nuestra alma llegó a sentir la plenitud y estar al servicio del sentido por el cual encarnamos.

¡Sé tú! ¡Escucha a tu corazón! Siente el Amor dentro de ti y no temas llevar a término aquello que sientes en tu interior.
El proceso evolutivo consiste en SENTIR, no en Saber.
No se evoluciona aplicando la parte racional del ser, sino escuchando los susurros celestiales de tu interior y el sentir cuando te encuentras conectado con tu esencia innata.
Entonces se elevarán las vibraciones energéticas de nuestro ser y abriremos las puertas de aquel quien en verdad somos.
Entonces, sabremos de la bendición que somos para todos aquellos que nos rodean y para nuestro amado mundo.

“…y así fue como aquella alma se unificó con su Divinidad, llevando a término el pacto acordado momentos antes de su encarnación en esta vida actual.”

Gracias por ser y estar

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