viernes, 28 de abril de 2017

Nuestras creencias

Uno de los momentos clave de la consciencia es el darse cuenta que lo que denominamos creencias son una prolongación de cómo ve la vida nuestro entorno.
Cada uno se encuentra en un hábitat, en una familia concreta y en una población donde predomina una cultura, unas tradiciones, una religión y una manera de hacer según el lugar donde nos encontramos.
Nuestra vida actual fue construida con unas pautas mentales adquiridas de nuestra familia, escuela y entorno en general. Los niños no siempre hacen lo que sus padres o entorno les dictan, sino lo que ven que los adultos que les rodean hacen. No siempre hacen caso de las palabras recibidas, sino de lo que sienten de sus seres más cercanos y lo que hacen.
En estos niños, a menudo se crea una contradicción en su interior, conforme lo que sienten no es lo que oyen y ven de los adultos.
El mundo interior de cada niño hace que no siempre sea correspondido con lo que acontece en su exterior. Interior y exterior son mundos paralelos. Uno se basa en lo que sentimos en nuestro corazón, y el otro en los dogmas y maneras de comportamiento para no destacar ante los demás. Mente y corazón.
Nuestro interior nos habla de cómo queremos vivir según nuestro proceso y la evolución de nuestra alma.
Nuestro exterior nos va inculcando unas pautas mentales, que la mayoría de las veces, de pequeños, las aceptamos como propias.
Estas pautas hacen que anulemos las nuestras, para querer integrarnos en nuestro entorno. No queremos sentirnos solos. Nos sentimos diferentes, pero accedemos a lo que nuestros padres, nuestra familia, la escuela, las tradiciones y la religión nos muestran como la manera de ser, supuestamente, correcta y adecuada. Entonces, solo nos queda decir: ¿y todo aquello que sentíamos en nuestro interior, dónde ha ido a parar? ¿Dónde se encuentra nuestro sentir y todo aquello que nos hacía diferentes en relación a nuestro entorno cuando éramos pequeños?
Cuando aprendemos a comportarnos según lo establecido externamente, entonces, es cuando hemos empezado a anularnos y dejar que lo exterior predomine en nuestro interior. Esto nos crea un dolor emocional que aprendemos a vivir con ello.
Ya de pequeños accedimos a ser como nos dijeron. Nos hicimos nuestras las pautas inculcadas, y ahora creemos que estas pautas, este dogma, somos nosotros.
Todo tiene un límite.
A alguien se le preguntó: ¿Y tú quien eres? Su respuesta fue larga, enumerando todos los síntomas que a lo largo de los años ha ido mostrando según los patrones externos: soy una persona nerviosa, perfeccionista, luchadora, que se preocupa de sus hijos, que le gusta divertirse, como todos y que me gusta ser detallista con los demás. ¿Seguro que éste eres tú? Entonces es cuando se le dice: Yo no te preguntado cómo actúas según te han hecho, sino, ¿quién eres tú en verdad?
A continuación aparece el silencio porque no siempre saben qué decir.
Nos identificamos tanto en cómo nos han hecho, que confundimos la honestidad íntegra con la obediencia hacia lo inculcado. Nosotros no somos según lo aceptado desde el exterior, sino que nosotros somos según nuestro interior innato.
¿Dónde está la integridad de nuestra esencia innata? Este es el proceso que cada uno debe de seguir para llegar a conectar con él mismo.
No somos los demás. Somos nosotros mismos.
No somos según lo exterior, sino según lo que sentimos.
No somos lo aceptado por obediencia, sino la manifestación de lo sentido en nuestro corazón.
La mente ha ido acumulando tantas pautas posibles hasta activar nuestra inquietud. Las dudas aparecen. Los miedos florecen, y nuestra mente continúa mostrándonos una y otra vez aquel quien no somos para permitir que lo exterior sea parte de nosotros y nos convirtamos en un apéndice de los demás.
Todas las creencias obtenidas según lo recibido o deducido sobre lo inculcado no son parte de nosotros, porque nosotros no somos el contenido de nuestra mente, sino lo sentido desde nuestro corazón.
Los tiempos que vivimos están activando la consciencia del ser encarnado para empezar a darse cuenta de la verdad de su vida. Las consciencias se activan para iniciar un proceso de desprendernos de lo humano para acercarnos cada vez más, al verdadero ser que somos: el ser divino, nuestra Divinidad.
Aquel quien somos no tiene creencias, solo siente aquello que su corazón le susurra y le indica. El verdadero ser que siempre ha habitado en nuestro interior, dentro de nuestra materia, continúa existiendo, pero recogido en lo más profundo de nuestras entrañas, rodeado de espesa niebla y oscuridad debido a lo que en su momento decidimos aceptar como nuestro por no querer defraudar o enfadar a los seres más queridos. Nos cortaron las alas, pero continuamos avanzando con unas de nuevas,  más fuertes y grandes, esperando poderse extender para emprender el vuelo esperado de nuestra vida. Aquel niño o niña que decidió no ser él o ella porque la imposición desde el exterior era muy dura y rígida, ahora, en medio de una vida a medias, empieza a tener flashes conforme lo vivido hasta ahora no es exactamente aquello que uno sentía desde su interior.
Las creencias no nos pertenecen, sí lo que sentimos. Cuando decidimos ignorar lo que nuestro mundo interior nos transmite, entonces, solo podemos esperar el amargor y el dolor de la vida.
¿Se entiende, pues, el por qué de las enfermedades mentales y físicas? Todo es emocional que nos lleva a una manifestación según la integridad con nosotros mismos. Nosotros elegimos el camino hacia nuestro verdadero ser.
Ha llegado la hora de dejar lo exterior para adentrarnos en nuestro interior y empezar a tomar contacto y consciencia de aquel quien en verdad somos.
No somos creencias, porque éstas pertenecen a la mente bloqueada por unos pensamientos limitadores, dando paso a la infravaloración, a los sentimientos de culpa, a una sensación de victimismo y a la anulación de nuestro ser al no mostrarnos tal como sentimos.
No hay creencias para el ser consciente, solo sensaciones y Fe de todo lo que siente en relación a los pasos que dar en cada instante. No pensamos. ¡SENTIMOS! Esta es nuestra brújula hacia nuestro camino de la plena ascensión, llevando a término aquello que hemos venido a hacer. No tengáis miedo de ser vosotros.
Es la hora de mostrar al “niño/a” que llevamos dentro y a nuestra parte Femenina, que siempre da de la mano a este ser que emocionalmente no ha crecido y se encuentra dentro de cada uno para poderlo elevar. Poder expresarnos y manifestarnos según sentimos y somos, permitirá evolucionar emocionalmente y poder contactar con nuestra verdadera esencia: el AMOR.
Somos Dios, y quien somos, transmuta el entorno y no se influencia de él.
Somos Dios, y por lo tanto, nuestra naturaleza Divina nos permite realizar nuestra vida con toda nuestra plenitud, majestuosidad, salud y prosperidad a todos los niveles.
Ahora nuestras alas están empezando a querer extenderse y poderse mover para empezar a dar el gran salto en nuestra vida que nos permitirá planear y volar hacia lo más alto de lo mundano y poder contactar con nuestro verdadero Hogar.
Las alas se mueven y te están sugiriendo que escuches a tu corazón para poder volar, y desde las alturas poder sentir, percibir y obrar ante la vida actual según tu verdadera esencia crística, innata y prístina.

Respetad a los niños. Dejad que sus palabras lleguen a vuestros oídos, porque traen mensajes de allí de donde todos procedemos. Dejad que su maestría llegue a vuestro interior. Permitid que sean ellos porque sus presencias no os pertenecen. Todo fue un acuerdo entre vosotros para poder elevar, juntos, vuestra alma hacia el recordar de quienes sois en medio de la materia, la densidad y lo mundano. Vuestras alas os elevaran para ir más allá de la forma y poder tener una visión clara del fondo de lo vivido y el camino a seguir por cada uno.
¡Amad a los niños! ¡Amaros!, porque vuestro amor os liberará y sentiréis aquel quien sois: ¡Divinidad!
No hay creencias en el Hogar de donde procedemos, solo AMOR.

Que el Amor y la Paz sean en cada uno de vosotros.


No hay comentarios: