miércoles, 15 de enero de 2014

Sentir la pureza de quien somos


Después de andar durante mucho tiempo en tierras áridas y encontrarse con seres muy diferentes entre sí, el viajero decidió pasar la noche en este paisaje hasta donde había llegado, más cercano a un semidesierto que a un bosque. Recopiló algunas ramas para encender una pequeña hoguera y puso calidez a aquel lugar cubierto por la sábana estrellada que le cubría como techo.
Apiló lo recogido, encendió una cerilla, y con un follaje añadido pudo poner luz y calidez allí donde se encontraba.
Estaba solo. Se sentó sobre una piedra y dejó que sus ojos se perdieran ante la contemplación de aquellas pequeñas llamas elevándose hacia lo alto.
En este estado de fijación e interiorización sintió, no oyó, como si alguien se acercase. A medida que iba acercándose a la hoguera, vio a un ser que le era conocido: su amigo, maestro y compañero Jesús. Siempre apareció en los momentos más íntimos conmigo mismo. Sabía que era él.
Se acercó, sonreímos al vernos y se sentó en otra piedra que había cerca de la mía, a mi lado derecho.
-        ¿Qué tal? - preguntó Jesús.
-        Hoy parece como si todo mi pasado estuviese pasando ante mis ojos y pudiese sentir lo vivido, pero a la vez, como si todo esto fuera ya algo que no me perteneciese, sintiendo esta liberación y yo como un simple observador que ve desprenderse de lo que ya no me pertenece.
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-        Es como si fuera una parte de mí que ya no se encuentra en mí, pero que yo lo siento en mi interior, y habiéndome dejado un vacío, ahora este vacío se llenase de expansión y bienestar.
Contemplando el cielo estrellado hago un silencio sintiendo algo que está saliendo de mí para hacer que Yo sea Yo.
Estoy hablando desde el puro sentimiento, sin términos técnicos, sencillamente emanado de mi corazón, tal como lo siento.
Miro el firmamento que cubre mi ser desde lo más alto. Hay lugares existenciales de vida, más lucientes que otros. Yo los contemplo y siento que soy parte de cada uno de ellos.
-        Tu corazón se expande – me dice Jesús. Es en momentos como estos, que tu alma siente la liberación de tu ser. Ella se reconforta al saber que has abierto consciencia de la permisividad para que la divinidad que hay en ti, el Padre en ti, pueda habitarte y manifestarse a través de ti. (Pausa). Para que el Padre pueda manifestarse en ti, necesitas de estos momentos de conexión con tu ser. En él, podrás sentir aquel quien en verdad eres. Yo también necesité de la soledad para sentir quien era y dejar que el Padre me abrazara. Fueron instantes de gran fortaleza para mí.
-       
-        Amado, no dejes que la impaciencia se muestre ante ti. Te has alejado de todo raciocinio, y no has dejado entrar en tu camino la terrenalidad como sostén primordial de tu vida. No es eso lo importante en el camino. Tú eres el camino. El Padre es el camino. Deja que se muestre en ti. ¡Siéntelo en tu corazón!, y sabrás qué hacer en cada instante de tu presencia actual.
En estos momentos se crea un silencio en medio de la noche, sintiendo la paz, el amor intenso de nuestra esencia, la dejadez en quien nos creó, y la absoluta sensación de paz, sosiego, plenitud y tantas y tantas sensaciones, que podrían incluirse en YO SOY. Todo YO SOY. No hay nada que no pertenezca a la Divinidad a la cual todos pertenecemos y somos. Es la dualidad para un aprendizaje individual que nos lleva a un volver a recordar aquel quienes somos para manifestar la Voluntad Divina Superior en este amado planeta de una sola luna.
Nuestros interiores se unen para crear uno de solo. Su presencia es la mía, y la mía, una con la suya. Lo que siento en estos momentos, no puedo expresarlo con palabras. Éstas no existen para poderos decir que es la plena unicidad y amor con el Hogar, y en estos momentos, con mi amado amigo, maestro y hermano Jesús. (Me pongo a llorar, al sentir lo que siento). Es la pureza del AMOR. Sólo Amor existe cuando nosotros somos nosotros y sentimos la Unicidad con el Hogar y nuestros hermanos de la Luz desencarnados.
Callo. Sólo siento mientras voy viendo como ángeles van acercándose aquí donde nos encontramos. En el silencio de lo terrenal, excluido algún que otro chasquido de les llamas, van apareciendo y descendiendo desde lo más alto del lugar donde me encuentro.
Todos quieren estar aquí conmigo y Jesús. ¡Cuánta pureza y Amor! Es infinitamente profundo lo que estoy sintiendo en estos momentos. Mi cuerpo parece no existir y mis sentimientos y sensaciones más sutiles, aumentan por momentos.
Veo los ojos de Jesús mirándome con la expresión de bondad, profundidad y dándome a entender que Yo Soy él, y él Uno conmigo.
-        Deja que el Padre te hable – me susurra a continuación.
 
(El Padre me habla sobre aspectos relacionados con mi alma, sintiendo que no debo expresarlos debido que su comunicación es solo para mí)
 
Siento en el silencio de mi interior el mensaje transmitido  sin sonido, en lo más profundo de mi ser. Nuestra comunicación es mental, energética, amorosa. No necesitamos la sonoridad para comunicarnos.
-        Que se haga tu voluntad en mí, Padre, y que vuestra presencia, hermanos, sean conmigo, para juntos servir a la Intencionalidad Superior del Universo.
Jesús me mira y sonríe, sabiendo que este gesto da conformidad a lo expresado por mí, ahora mismo.
-        Amén. Así es y será – digo.
Siento la presencia de mis hermanos del Hogar y del Amor del Padre en mí, sabedor que soy parte de ellos, y ellos parte de mi, a la vez que me encuentro nuevamente solo ante la hoguera en esta noche clara y llena de Luz desde el firmamento.
-        Gracias – digo susurrando mirando la hoguera mientras chispas brillantes, doradas y anaranjadas danzan elevándose como honrando y mostrando el camino del Creador, el Hogar.