jueves, 5 de agosto de 2010

En el Paraíso




Como muchas mañanas, a primera hora, cojo la bicicleta y me dirijo hacia un rincón del paraíso aquí donde vivo.
Cuando llego, la dejo apoyada en un árbol y me siento en un banco de madera de espalda alta, y desde aquí contemplo la pequeña cascada con su rumor poniendo melodía en este lugar sombreado por las ramas de los árboles que protegen este santuario de la perfección de la Creación.
Las aguas que caen forman un pequeño embase, poco profundo, atrincherado por una ringlera de piedras que resguardan la poca produndidad de este pequeño lago imaginario, pero que dejan, a la vez, transcurrir el agua y permitir la fluidez de su curso, creando más allá de la ringlera de piedras bien puestas, un pequeño riachuelo de aguas claras y frescas que aromatizan la tierra desprendiendo su olor tan esponjoso para el espíritu de “tierra mojada”.
Sentado en este pequeño paraíso siento la vida existente en él por doquier: mariposas, diferentes tipos de pájaros con sus variados cantos, de grandes y pequeños, insectos sin interferir en nuestra presencia, dando cabida y pie a la convivencia entre todos los que allá nos encontramos. No puedo dejar de nombrar las ardillas que puedes ver, esporádicamente, como cruzan las ramas, justo, por encima de tu cabeza de un lado a otro de esta perfección de naturaleza sin tocar el suelo.
En espacios así, tu espíritu se relaja con la más relajante melodía de unas aguas, que como el ser humano, siguen su curso.
Todo tiene una inercia, y cuando más sintonicemos con el flujo de lo qué ha de ser, más nos magnificaremos y elevaremos nuestra alma al sentir el amor, la armonía y el perfecto orden en nosotros.
“La Fuente de los Olmos”, que es como se conoce el lugar donde ahora me encuentro, sólo nos recuerda que todos ya vivimos en el paraíso, yendo a nuestro interior nos deleitaremos de un maravilloso paisaje con la serenidad, paz y bienestar inimaginables que uno pueda llegar a imaginarse.
En algún momento del día aparece un niño o un perro acompañado que se adentran en estas aguar poco profundas para remojarse los pies, siendo la metáfora del purificar nuestros pies, “nuestro andar” para poder continuar con más coraje, fortaleza y luz en nuestra vida.
Es un espacio donde las energías nos transportan lejos de donde estoy. Aquí todo es pureza, un encanto para nuestros ojos y un relajamiento para nuestro espíritu.
En estos momentos estoy solo en medio del Paraíso, aunque las garzas, las tórtolas, y otros pájaros manifiestan sus presencias con sus variados cantos. Todo y así, en ningún momento estoy solo, porque incluso mis hermanos de la Luz están conmigo, y con más motivo en esta porción de naturaleza pura y estimulante a la vez.
Todo fluye. Nada está parado. Todo sigue su curso, incluso la pequeña brisa que en estos instantes refresca mi piel, mi cuerpo a primera hora de la mañana.
Doy gracias a Dios por su presencia a través de un rincón puro e inspirador.
El Amor crea belleza. Sólo desde el Amor podemos crear las mejores obras que el hombre puede llegar a realizar.
Todos somos la pureza de la Voluntad Divina.
Tú eres Amor. Tú eres un ser completo, perfecto y de una gran belleza. Tú eres un paraíso aquí en la Tierra. Ves a él, a tu interior y disfruta plenamente de aquello que la vida te ha concedido.
Desde un lugar donde me hace sentir mi divinidad,

Que el Amor y la Paz sean en ti.

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