jueves, 20 de agosto de 2009

Experiencia de superación personal

Hoy me gustaría regalaros un ejemplo claro de una experiencia de superación personal de una persona de nombre Mercè que cierto día vino al programa de radio Premià de Mar que tengo en dicha población. Vino para explicarnos como miró a la vida cara a cara cuando ésta parecía haberle dado la espalda y no le permitía ser feliz, consiguiendo vencer la situación que vivía en aquellos momentos y liberarse del pasado que la perseguía. Aquí lo tenéis:

“Bien, tiempo atrás yo tenía la creencia que para que las personas me amasen debía de creerles y hacerles estar bien. Resumiendo, para mí eran más importantes las necesidades de los demás que las mías, y de esta manera, yo nunca actuaba en función de mis deseos sino la de los demás.
¿Por qué era así? Mi madre fue una mujer dominante que me hizo responsable de mis cinco hermanos que fueron naciendo detrás de mí, además de otras responsabilidades de la casa que fui adquiriendo, porque ella siempre se encontraba mal y yo me sentía obligada, hasta el punto que hice de esta situación una obligación para mí. Así, pues, el primer chico que me pidió para ser novios, le dije que sí. A pesar de ser muy joven para saber lo que quería, sí que sabía, en cambio, cuales eran mis obligaciones como esposa. Mi madre siempre me lo decía: cuando te cases serás una mujer preparada para llevar una casa y nunca tendrás problemas con el matrimonio. Me casé feliz porqué veía el matrimonio como una liberación de las muchas obligaciones que tenía en mi casa. Pero no había aprendido la lección más importante: saberme amar, valorar y ser yo misma.
Al cabo de un corto espacio de tiempo me encontraba bajo el absoluto dominio del segundo Maestro que la vida me daba para seguir enseñándome como había de comportarme conmigo misma. Admito que he sido bastante lenta para aprender, ¡ pero así fue!
Evidentemente no fui feliz en mi matrimonio. Cuanto más tiempo pasaba más me rebelaba con mi situación, y entre disgustos y lloros, clamaba al cielo encontrar la respuesta del por qué las cosas me iban de aquella manera, más no podía encontrarla porque no la veía.
El detonante final empezó en el año 2000 cuando mi marido tuvo un infarto cerebral que lo dejó como si fuera un bebé de 90 quilos. Pues bien, otra vez me sentí obligada a echarme a mi espalda una carga que yo no podía soportar. En setiembre del 2005 tuve un cáncer de pecho. Los médicos me dijeron que era de un gran tamaño, midiendo casi 4 cms., y que seguramente me deberían de hacer una mastectomía completa (extirpación entera del pecho). Aquel día iba acompañada de mi hermana pequeña, la Fani, Las dos nos miramos y no pudimos decirnos nada. Cuando salimos a la calle, mi hermana me dijo:
- ¿Qué, piensas continuar siendo una víctima, o quizás ahora decidas cambiar tu vida, empezando a amarte aunque sea un poco?
Aquella pregunta solo tenía dos respuestas y le dije: “sé que tú me ayudarás, pero lo que te digo es que hoy, para mí, empieza una nueva vida en lo que pienso hacer lo que me he pasado toda la vida esperando que hicieran los demás: amarme”. Sólo puedo decir que después de aquella afirmación sentí que aquel proceso de la enfermedad diagnosticada no sería grave y que mi pecho no me lo arrancarían.
El primer paso fue llevar a mi marido a una residencia y me quedé sola en casa. Cada día que pasaba me sentía más feliz en aquella situación de libertad, nueva para mí. Mis hermanas pequeñas se abocaron hacia mí como agua bendecida, no parando de darme fuerzas. Mis dos hijos (tengo dos hijos), he de decir que hicieron todo lo que estaba a su alcance para mí. Mis hermanas en aquella etapa no trabajaban y por eso pudieron estar a mi lado todo el tiempo.
Como yo soy naturòpata holística, pensé que a más a más de la mente, había de cuidar el cuerpo decidiendo hacer una dieta absolutamente vegetal y depurativa. Así, mi sistema anímico y físico resistieron las sesiones de quimioterapia que me hicieron antes de operarme, para poder reducir un poco aquel tumor.
Durante todo este proceso, Fani, mi hermana menor, me facilitaba las lecturas que más podían ayudarme en mi cambio personal: Annie Marquier, Wayne Dyer, Deepak Chopra, etc,…hasta que el 15 de marzo del 2006 me operarían. En el momento de la operación, los médicos se sorprendieron al encontrarse sólo con un pequeño tumor de 9 mm., así pues, no hizo falta extirparme el pecho, pero si que me sacaron los ganglios. A los 15 días empezamos con la radioterapia, con un total de 25 sesiones. En junio del 2006 mi calvario de tratamientos finalizó. Mi pelo empezaba a crecer y mi cambio físico era notable. Cada vez tenía más fuerza (la fuerza que salía de mi interior y que me hacía repetirme a todas horas que nunca más dejaría de amarme).
Aquel verano fue para mí como una resurrección. Una amiga me invitó unos días a su casa de la playa donde tenía una barca en el puerto de Palamós (Girona). El primer día que salimos a navegar mis ojos empezaron a ver esta tan preciosa Costa Brava que tenemos. Las lágrimas fueran como dos fuentes emanando de mis ojos, porque para mí era como si aquello que había visto tantas veces fuera la primera vez y me sentí como si hubiera resucitado de una triste muerte para emerger a una nueva vida más rica y llena que la que tenía antes. Cuando pienso en aquel verano todavía me emociono.
Claro que esto no era el final de una película feliz, y en el mes de setiembre, mi marido me dijo que ahora que ya estaba bien volvería a casa. La verdad es que dentro de mí no me imaginaba volver a soportar aquella situación, su tozudez, las presiones de algunos familiares y la lástima que me inspiraba. Todo esto me debilitó, y otra vez la Mercè, bajo el dominio, y nunca mejor dicho, se dio cuenta del error cometido, pero ya estaba hecho, combinándomelo con una chica que contraté para que ella hiciera la fuerza que yo no podía con mi marido.
En el mes de octubre, mi hermana Fani, la pequeña, me anunciaba que ella y la otra hermana, Mireia, se apuntaron para hacer el curso “Un curso de milagros”. Debido a la situación que me encontraba yo no me pude apuntar porque me encontraba ligada en casa pendiente de las nec¡esidades de mi marido, y él no quería que yo saliese. Pedí a mis hermanas que me gravasen el curso para poderlo escuchar en casa. Cuando oí aquella palabras me dí cuenta que otra vez me había equivocado y me había olvidado de mí misma, poniéndome al servicio de una persona que no me amaba ni me respetaba, pero ya estaba hecho y no sabía como salir de ahí. A primeros de diciembre conseguí apuntarme a un curso de Biodescodificación y empecé a entender como se pueden curar las enfermedades, pues yo sabía por mi profesión, que casi todas eran de origen psicosomático, pero lo que no sabía era que las más graves, también se podían descodificar.
Mi vida estaba llena de oportunidades para poder salir de mi propia ignorancia hacia la realidad del ser humano. En enero del 2008 en un análisis médico me encuentran nuevamente, células cancerígenas. ¡Vamos Mercè,….volvamos a empezar que no ha sido nada!
Entonces empiezo a tomarme las cosas de otra manera. Me descodifico y a finales de abril, parece que las células ya han vuelto a desaparecer. Bien, ya estoy más tranquila, pero mi situación personal no ha cambiado y sigo padeciendo las inclemencias del enfermo. En el mes de julio volvió a salir el análisis alterado. Bien, ahora ya lo tenía claro, si yo no tomo la decisión nadie lo hará por mí. Así pues, me reúno con mis hijos y les digo: “lo siento mucho, pero vuestro padre debe de ingresar en un centro donde puedan atenderlo y hacerse cargo de él. Yo ya no puedo más”. Mis hijos lo entienden y me dice que hablarán con él. La respuesta de él fue: “no quiero salir de mi casa”. Yo le respondo fríamente: “Pues si tú no quieres salir ya lo haré yo y ya te apañarás”. Todos sabíamos, y él también, que sin mí no podía estar en casa, porque todo el peso de la situación lo llevaba yo.
Desgraciadamente, este proceso fue muy duro, porque él(mi marido) y sus hermanos hicieron una campaña difamatoria contra mí, que comportó una denuncia a la abogada de la Asociación de Vecinos de nuestra comunidad, y a la asistente social de la ley de dependencia. Ante esto, la respuesta positiva la dieron mis hijos al poder parar esta situación tan agresiva contra mi persona.
El verano fue muy duro pues no encontramos plaza en ninguna residencia. Por fin, el 1 de octubre ingresó en una que se encuentra cerca de casa y es un centro de lujo en el que está muy bien atendido.
Sobre mi enfermedad…. los médicos quieren esclarecer lo que pasa con los análisis, haciéndome durante dos meses toda una serie de pruebas. El día 28 de noviembre me extraen sangre y el día 2 de diciembre voy a la visita pertinente. El médico me dice: “no sé qué has hecho, pero en estos momentos, todas las pruebas son negativas y el análisis perfecto. Estás muy bien, limpia. No tienes nada”.

Mi respuesta fue: He aprendido a amarme".





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