miércoles, 27 de mayo de 2009

El hombre ciego


Había una vez un ser humano que era ciego. Andaba por la vida pero no veía. Tenía los ojos abiertos pero no veía. Era ciego. No hay mayor ceguera que no ver el presente.
Aquél que no veía no era por sus ojos físicos, sino por no estar en el presentar. Cada vez hay menos ciegos físicos y más debido a los apegos y los miedos. Éstos son los ciegos más profundos.
Nuestro ser humano camina y camino y casi nunca sabe si se encuentra en el lugar adecuado, cuestionándose constantemente si donde está o lo que hace es lo correcto. Nuestro ciego no se atreve a dar pasos hacia su mayor bien debido a sus miedos y al temor de sufrir como sucedió en otros tiempos de su pasado.
La persona ciega es aquella que se encuentra atrapada en su pasado y no ve la evidencia del presente. No ve las señales que la vida le muestra, y en caso que se dé cuenta de ellas no quiere seguirlas o reconocerlas por miedo a ser herida nuevamente como en su pasado. Es una persona cerrada de corazón.
Una persona ciega no es una persona valiente, todo lo contrario, se encierra en sí misma y no permite abrir su corazón para respirar todo aquello de bueno que la vida le ofrece. En esta actitud de ceguera, se muere en vida y deja de disfrutar su presente, negando el amor que desde el firmamento se le da.
Un humano ciego se aferra a su pasado y teme no dejarse ir para no padecer como en otros tiempos. Una persona con miedos es una persona no feliz en el mundo donde vive, es una persona que no acepta en algunos aspectos el amor que se le está ofreciendo y que durante tanto tiempo ha pedido, y sentido quizás. Aferrarse al pasado es la mayor ceguera que uno puede llegar a tener porque distorsiona su realidad y a todo aquel que se le acerque amorosamente debido al resentimiento de lo que fue en algunos períodos de su vida anterior. Cuando se distorsiona la interpretación de la vida, crea confusión, malestar, incongruencias y contradicciones en sus actuaciones, “no entendiendo el por qué de lo que le está pasando”.
Un ciego en la vida tiene el corazón cerrado y no quiere abrirlo por lo que le pasó, pero ahora nos encontramos en tiempos de hacer las paces con nuestro pasado y con todo aquellos que hasta ahora se encontraba bloqueado en nuestra vida. Ha llegado la hora de ver claro y liberarnos de todo aquello que vivimos y no fue, sino que fue el fruto de unas pautas mentales y una visión de la vida errónea. Aquello que nos pensábamos lo atrajimos pensando que era la realidad, pero solo fue la materialización de nuestra distorsión de la realidad. Ahora, el encierro puede convertirse en apertura, y entonces sentiremos el amor en nosotros y veremos como la vida nos empezará a sonreír si hasta ahora no lo ha hecho.
Un humano ciego va ciego por la vida, porque todavía no ha perdonado su pasado, creando dolor en su existencia debido a la ausencia de amor en su vida debiendo de aprender a confiar y a dejar que el amor en su estado más puro e incondicional sea posible. El universo le da aquello que necesita para liberarse, pero sus miedos y el dolor vivido es tan grande que no le permite dejarse ir del todo, confiando plenamente en el proceso de la vida, teniendo presente que todo tiende al equilibrio.
Hemos de aprender a perdonarnos y a perdonar nuestro pasado. El perdón te permitirá llegar a liberarte de todo aquello que no te deja disfrutar plenamente.
El hombre ciego puede ver, abriendo su corazón y confiando que aquello que fue ya no será. Nos encontramos en otros tiempos, en tiempos de sanación y apertura del corazón. El hombre ciego ha de ser valiente y dejarse ir y amar. Ha de aprender a sentir el amor en él. Ha de abrir las puertas de su auto conocimiento, de su divinidad.
Los tiempos del cambio y de ver claro ya están aquí.
Perdonar, Confiar, Coraje, Amor. Nada debemos de temer. Todo va bien.

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