miércoles, 3 de diciembre de 2008

Esperando en la estación

La humanidad se encuentra en la estación esperando que llegue su tren, y entonces, todos aquellos que se dirijan al destino anunciado por los altavoces podrán subir y continuar su viaje. Todos se encuentran en la vía adecuada. Impacientes por la marcha de donde han vivido muchos años, las emociones florecen al recordar todo lo que han vivido hasta el presente. Algunos lloran por haber de dejar una manera de vivir, conocidos y amistades, pero en el futuro, una nueva vida les espera más allá de lo que ha sido hasta ahora.
Hay quien se encuentra allí obligado; otros, tengo que decir que no han querido dejar su vida y no se encuentran en la estación. Algunos dudan si subir al tren o esperar a otro. Piensan si es el momento adecuado o no para dejarlo todo e iniciar una nueva vida llena de buenos augurios y esperanzas.
La gente gira la cabeza mirando a la izquierda, viendo como el tren va entrando a la estación. Hay inquietud, emoción, y por qué no decirlo, también dudas si están haciendo lo correcto entre los que esperan para adentrarse en una nueva vida. Pocos son los decididos conforme es lo que deben de hacer. Sus corazones les han hablado claro, y ellos, que le han escuchado en los últimos tiempos, se han dado cuenta que aquello que les decía era lo correcto y lo mejor para todos. Estos eran los que se encontraban a primera línea de la andana, con muy poco equipaje, sólo una bolsa o un zurrón colgado en sus hombros. No necesitaban más porqué sabían que allí donde iban, nada les faltará.
El tren empezaba a pasar por delante de la gente. La multitud empezaba a moverse. Todos se preparaban para el gran viaje en su vida. Finalmente, el tren se paró, y los más decididos subieron a él con decisión para encontrar el mejor asiento y poder deleitarse de la transición hasta la próxima estación, o el final del trayecto, según cada uno. Todos encontraban un lugar. Todos aquellos que subieron encontraron un asiento donde contemplar lo que sería el viaje de su vida.
Cuando todos hubieron subido y la andana quedó vacía, sonó el silbato del tren conforme en pocos segundos volvería a iniciar su marcha. Así lo hizo.
Algunos de los viajeros mostraron una expresión de alegría y felicidad, mientras que otros de tristeza por tener que dejar toda una vida conseguida a base de luchas y esfuerzo. Se respiraba incertidumbre en la mayor parte de los vagones. No todos estaban convencidos de lo que habían hecho, a pesar de todo, se dejaban llevar por la inercia de la vida.
Nos encontramos a las puertas de un Gran Cambio. Éste ya está aquí. A menudo nos desconcierta por lo que pasa en el mundo o en nuestra vida, pero solo es una señal conforme nuestro tren ya ha llegado a la andana. Ha llegado nuestra hora y hemos de subir. Este cambio representa dejar una manera de ser según los principios educacionales y dirigirnos hacia nuestra integridad, donde encontraremos el bienestar en nuestra vida. Ya no nos importará las diferencias, porque nos daremos cuenta de aquello que verdaderamente nos une a todos: el Amor.
La mayoría os encontráis dentro de este tren. Los que estáis leyendo estas palabras es como si leyerais el periódico o un libro en vuestro asiento de este tren que os lleva a aquello que habéis venido a hacer. Vuestro interior está despertando y vuestra conciencia abriéndose para aceptar y recibir la verdad procedente de vuestro corazón.
¡Bienvenidos al tren de la espiritualidad! Vuestro bienestar está asegurado y vuestra vida es llevada hacia vuestro mayor bien. Nada debéis de temer, a pesar de que no entendáis vuestro presente.
Dejaros ir, …¡ y buen viaje!

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