miércoles, 5 de noviembre de 2008

¿Está Quien manda?

- Ring, ring, ring,….
- ¿Diga?
- (Silencio)
- ¿Diga? – insistió nuevamente.
- Querría hablar con Quien manda.
- En estos momentos está muy ocupado.
- Es que yo soy uno con los que está ocupado.
- Miraré a ver si se puede poner.
Al cabo de un rato el recepcionista vuelve y se pone al teléfono:
- Dice que lo tuyo no es importante.
- ¿Cómo? ¡Pero si voy tropezando una y otra vez con la misma situación!
- Quien manda me dice que es una cuestión de calma, que te tranquilices.
- No puedo. En estos momentos estoy demasiado alarmado y no puedo tranquilizarme.
- ¿Ya has hablado con Él? – le pregunta el recepcionista.
- ¡Ya lo creo, muchas veces!, pero parece como si no me escuchara. No veo resultados.
- ¿Qué le has dicho cuando le hablabas?
- Que no tenga tantos miedos, que mi familia pueda comer cada día, que las fuerzas no me falten, que….
- (Cortándole): ¿y Él que te ha llegado a decir?
- ¡¡¡NADA!!!
- ¿Seguro? Cuando tú has acabado de decirle todo lo que le querías decir, ¿te has quedado un rato callado y quieto?
- No puedo, estoy demasiado nervioso.
- Entonces no le has dejado tiempo para que te responda.
- Pero hace mucho tiempo que le estoy hablando.
- ¿Alguna vez te ha llegado a decir alguna cosa?
- ¡Sí! Me pareció que me decía que me calmase, que lo que busco ya lo tengo. Pero yo continúo con la misma situación. (Pausa). No es verdad que lo tenga, sino no estaría como ahora.
- ¿Por qué no dejas unos minutos, quedándote en silencio, después de hablar tú para que Él te hable? Hazlo y verás como tu situación cambiará.
Después de unos quince días, vuelve a sonar nuevamente el teléfono en aquella oficina:
- ¿Diga?
- Hola, soy yo, quien llamó un par de semanas que quería hablar con Quien manda.
El recepcionista reconoció la voz y preguntó:
- ¡Qué!, ¿cómo te ha ido estos días? ¿Has hecho lo que Él te dijo y hablamos el último día?
- ¡Oh, sí, ya lo creo! Al final pude oírle y me fue muy bien. Me ayudó mucho y ahora todo va mejor en mi vida.
- ¿Qué te dijo?
- Hablé con Él, y después hice unos momentos de silencio, quedándome quieto. Al cabo de poco vi una gran Luz ante mí. Parecía como si ella y yo fuésemos una sola Luz. Sabía que era Dios porqué sentí una gran tranquilidad y una sensación amorosa inmensa. Era como si la Luz me hablara y dijera:
- ¿Ahora en estos instantes estás preocupado?
- ¡No, ahora no! – le respondí.
Entonces me dijo:
- Cada vez que conectes contigo estás en el presente, plenamente, y en este estado las preocupaciones desaparecen. Cada vez que me sientes, te deleitarás de los momentos presentes, y recuerda que cada instante es el Ahora, porque tú vives en el Ahora.
- ¿Y? – preguntó el recepcionista.
- Fue como si me hubiera dado la llave de todo. A partir de aquel momento intento sentir aquella sensación cada vez, y aunque no siempre es tan intensa, sí que me permite aligerar la carga pesada de mi situación. A veces tengo la sensación que en el fondo no está pasando nada preocupante en mi vida. Me siento más tranquilo, y parece como si las cosas estuvieran cambiando: me han hecho una nueva propuesta de trabajo, siento más alegría dentro de mí, disfruto más de mi familia, …
Mientras hablaba por teléfono, aquel hombre tuvo la sensación que la voz de quien le escuchaba le empezaba a ser familiar, como si estuviera hablando con Quien manda, y Él le transmitiese una inmensa paz y tranquilidad cuando desde el otro lado del teléfono le dijo:
- Perdona, pero tengo que dejarte. Tengo una nueva llamada por la otra línea.
- De acuerdo.
- ¡Hasta pronto!
- ¡Gracias por todo! – y colgó.
Entonces el recepcionista habló a quien se le había acercado:
- Señor, otro ser humano ha conseguido oírte (Quien manda hizo una sonrisa). Les cuesta, pero cuando se ponen son capaces de conseguirlo. Hoy es un gran día.
- Sí, Pedro, hoy es un gran día – dijo pausadamente Quien manda , con su rostro de expresión bondadosa.
- Señor, ¿ por qué se ponen tan nerviosos?
- No saben quienes son. Sólo cuando se abren y me reconocen en ellos, entonces muestran su verdadera naturaleza. Todos, con el tiempo, llegarán a Mí.
Después de una pausa continuó diciendo:
- Nos esperan tiempos de mucha actividad, amado Pedro.
- Sí, Padre, ¡hace tanto tiempo que esperamos su despertar…!
- Ha llegado la hora que los humanos sepan de su divinidad.
- Amén, Señor. Quizás deberíamos de poner más teléfonos – propuso Pedro.
- No será necesario. Ya he puesto más almas en su mundo que han reconocido su divinidad, para que ayuden a los demás.
- ¡Bien hecho! – dijo Pedro y en medio en broma.
- Gracias – respondió Quien manda, también “medio en broma”.

Los dos hicieron una sonrisa y volvieron cada uno a su trabajo.

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