miércoles, 17 de septiembre de 2008

Meditación

Pasear bajo la lluvia, dejando que las gotas resbalen por tu cara; sentarse al lado de un riachuelo, quizás con los pies en el agua, sintiendo como su fuerza y vitalidad inundan tu espíritu; caminando por la naturaleza al aire libre y sentir como el viento remueve tus cabellos y golpea tu rostro llevándose tus pensamientos; bañándote en aguas tranquilas abrazándote y purificando tu cuerpo y espíritu, son todas ellas maneras de meditación donde te sientes uno con el lugar y el lugar es uno contigo. Sientes el bienestar dentro de ti y todo tu ser serena tu corazón y le permite abrirse más para sentir la unicidad divina de la creación en aquel instante.
En estos momentos no piensas, sólo sientes tu esencia en medio de un paraje donde todo se encuentra en armonía y la calma y el orden divino se manifiestan allá donde tus ojos reposan. Tú, entonces, eres parte de esta creación manifestada desde el amor. Es cuando sientes el bienestar en ti y sobran las palabras. Las emociones más sutiles aparecen y Dios se manifiesta al abrir las puertas de tu interior. Todo florece y el bienestar obtenido es inmenso. En estos instantes no tienen cabida las palabras, solo dejarse ir por los momentos llenos de emoción y sentimientos de plenitud emergidos de tu interior. La verdadera calma hace su presencia y el tiempo se para por instantes. Entonces, tú eres tú.
A veces necesitamos detenernos y para nuestro movimiento. Nos es necesario buscar un lugar donde reposar, y en el silencio y la quietud, dejar que nuestra mente repose un rato de todo el control que ha querido tener hasta ahora en nuestra vida. Permitirnos no pensar nos llevará a volver a conectar con aquel ser que somos y recobrar la integridad. Dejar que nuestra mente descanse de la responsabilidad que se ha otorgado por voluntad propia, nos permitirá recordar quienes somos, y no quienes nos pensamos que somos. Nos conducirá hacia la conexión con nuestra verdadera esencia, y entonces, las puertas del ser que somos se abrirán del todo volviendo a Casa.
Serenar nuestro espíritu nos llevará a manifestar nuestra divinidad y a limpiar el camino en el cual nos encontramos en la vida. La mente se parará y aparecerá el silencio después de tanto parloteo mental. Cuando el silencio aparece, un gran vacío aparece en nuestro interior, pudiendo sentir la unión con el infinito de la “nada”, del Todo. Sencillamente eres, y las puertas de la sabiduría y el mundo espiritual se manifiestan ante ti. Solo sientes, y la plenitud el ser que eres se expande por todo el firmamento, siendo uno con él y él uno contigo. Entonces, sabrás de tu grandeza al darte cuenta de tu magnificencia espiritual para poder sentir lo que sientes.
Cuando dejamos que nuestra mente no nos dirija y silenciemos sus órdenes para descansar un rato, es cuando el bienestar interior aparece. Nos reciben sensaciones especiales y todas relacionadas con el amor, la calma y la armonía. Entonces tú eres tú. Las puertas del autoconocimiento se abren completamente, experimentando un estado interior donde tu mente no tiene cabida. Dios, entonces, se manifiesta en ti.
Somos seres divinos, seres espirituales experimentando dentro de la forma. Si conseguimos no identificarnos con la forma, nuestra vida tomará otra dimensión, más en acorde con nuestra divinidad.
Meditar nos permitirá sentir lo que somos y lo que hemos de hacer a cada momento. Meditar es estar conectado con el verdadero ser que eres y estar abierto de corazón.
Pasear, andando, planchando, cocinando, corriendo, bañándote, son momentos que, parando la mente, puedes llegar a sentir al verdadero ser que eres y renovarte del amor procedente de la Fuente que todos venimos para continuar tu camino.
En la meditación, Dios se manifiesta en ti.

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