domingo, 20 de julio de 2008

No estamos solos

Había una vez un hombre sentado junto al camino, debajo de la sombra de un tupido roble. Estaba encima de unas hojas apoyándose en el tronco de aquél árbol. Hacía un día soleado, y nuestro ser humano parecía estar reflexionando sobre algún hecho que le preocupaba. Llevaba rato ahí, cuando le pareció divisar camino allá como alguien parecía acercarse andando hacia la dirección donde él se encontraba.
Con la mirada perdida en el camino, su mente parecía estar muy lejos de donde se encontraba.
Una ligera polvareda se producía en el caminar de aquél que se iba acercando. Llegó el momento que empezó a sentir el sonido de sus pasos. Sus cavilaciones daban pie a prestar atención a este nuevo ser que se presentó ante él. Cuando el caminante llegó a la altura donde se encontraba nuestro ser humano, se dirigió hacia él y le saludó
- ¡Buen día!, ¿sabría decirme si queda mucho para el pueblo más cercano?
- Kilómetro y medio, más o menos – le respondió casi sin mirarlo, indicándole la dirección con su brazo izquierdo.
- Gracias. Por cierto, ¿le importaría que me sentara un rato en esta maravillosa sombra antes de proseguir mi camino? El bochorno de hoy bien merece un descanso.
- (De no muy buena gana le respondió): ¡Siéntate! – indicándole el otro lado del árbol.
El caminante dejó su zurrón en el suelo, sacando de él una pequeña botella de agua, de la cual bebió un sorbo. A continuación le ofreció a nuestro hombre inicial
- No gracias – le respondió con muy poca voz.
Después de un silencio, nuestro ser humano sintió unas palabras procedentes del otro lado del árbol:
- No temas. A aquello que le das vueltas solo es fruto de tus creencias de incapacidad. No te identifiques con lo que estás preocupado. Deja que todo fluya.
El ser humano giró la cabeza en dirección donde se encontraba el nuevo caminante y lo vio estirado, con los ojos cerrados, reposando de su viaje. Quería preguntarle si le había dicho alguna cosa, pero le encontró medio somnoliento disfrutando de aquellos momentos de reposo. Volvió a girar su cabeza y continuó con sus reflexiones.
- Deja que tu mente repose y confía. No temas, Todo irá bien – volvió a oír.
- ¿Perdón? – expresó en voz alta como queriendo buscar la conformidad de las palabras que había oído. Continuó diciendo: ¿Has dicho alguna cosa? – dirigiéndose al nuevo acompañante.
Entonces oí que decía:
- Siente el silencio de este lugar y te darás cuenta de tus capacidades. No estás solo.
- ¿Qué quieres decir?
- ¿Qué te preocupa?
- Estoy meditando sobre mi vida.
- ¿Y?
- No entiendo muchas cosas que me suceden y veo.
- ¿No crees que a lo mejor no estás mirando en la dirección correcta?
- ¿Qué quieres decir? – le volvió a preguntar a aquel nuevo ser que se encontraba al otro lado del árbol reposando.
- ¿Qué ves en estos momentos?
- Un camino donde un árbol lo suficientemente generoso para que dos personas puedan reposar sin tocarse sin molestarse.
- ¿Ves?, ya te decía que no mirabas en la dirección correcta.
- ¿Qué ves tú?
- Belleza y mucha armonía.
- ¿Seguro que estamos en el mismo lugar tú y yo?
- ¿Dónde estás tú?
- Aquí, en un punto del camino que lleva hacia el pueblo, sentado cerca del camino, buscando momentos de quietud y calma. ¿Y tú, dónde estás?
- Aquí, en un punto del camino que me lleva hacia casa.
- ¿Eres del pueblo?
- Quizás.
- ¿Naciste allí?
- Donde yo nací no pertenece a esta zona.
- ¿Y que haces por aquí?
- Paseaba cuando he encontrado este tupido árbol y me he sentado un rato para descansar unos momentos. ¿Y tú, exactamente, qué haces aquí?
- He venido a buscar esclarecimiento.
- ¿Lo has encontrado?
- No del todo.
- ¿Qué sientes?
- Silencio y mucha paz en estos momentos.
- ¿Y dentro de ti?
- Inquietud, contradicciones.
- ¿Por qué?
- No sé hacia donde voy.
- ¿Dónde quieres ir?
- No lo sé. Hace tiempo que estoy buscando y no acabo de encontrar mi camino – continuó hablando nuestro ser humano sin mirar al otro lado del árbol. Cada uno estaba centrado con las palabras que recibía como respuesta y las que decía.
- Escucha tu corazón. Escucha su latido. (Pausa). Concéntrate en él. Entonces pregúntale qué le pasa.
Nuestro ser humano así lo hizo, y entonces de sus ojos empezaron a resbalarle unas lágrimas. En estos momentos dijo:
- Tengo miedo.
- Abre tus ojos y mira a tu entorno.
Nuestro hombre abrió los ojos y vio toda una legión de seres de Luz que le rodeaban, a la vez que sentía una inmensa paz y amor en él, como hacía tiempo no sentía. En estos momentos, el lloro se hizo más intenso y la emoción aumentó de grado dentro de él. Se vio envuelto por una serie de entidades luminosas, que el nombre que más definiría estas presencias sería el de “Ángeles”. Mientras iba viendo y sintiendo dentro de él esta situación, escuchaba de una manera reiterativa:
- No estás solo. No estás solo. No estás solo. Nosotros estamos contigo.
Esta experiencia le hizo desvanecer la sensación de miedo que había tenido anteriormente. Entonces volvió a oír de nuevo la voz:
- No temas. Deja que nosotros te ayudemos para que puedas seguir tu camino. Escucha a tu corazón que él te guiará hacia la dirección a seguir en tu vida.
El ser humano cerró los ojos se quedó sintiendo la plena sensación obtenida hasta ahora, sintiendo una gran paz y tranquilidad dentro de él. El amor invadió todo su interior.
Después de un rato volvió a abrir los ojos y no vio a nadie. Giró la cabeza al otro lado del árbol…..y no había nadie. Nuestro personaje se encontraba solo en aquel lugar como si todo el tiempo así hubiera sido.
Nuestro protagonista se quedó, todavía, un poco más allí. Después se levantó y reinició el camino de vuelta al pueblo.
A medida que se alejaba del árbol tuvo el impulso de mirar hacia atrás y vio una Luz que se alejaba elevándose. Nuestro hombre hizo una sonrisa y sintió como si alguien le pusiera la mano por encima de la espalda y le acompañase.
Aquel ser humano tuvo presente las palabras oídas y la experiencia vivida, y con el tiempo, dejó de tener miedo, porqué se dio cuenta, realmente, que:

“No estamos solos”.

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